26 Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, el rey le dijo: «¿Por
qué no viniste conmigo, Meribbaal?»
27 Respondió él: «¡Oh rey, señor mío! Mi servidor me engañó: Tu
siervo le había dicho: “Aparéjame el asno; montaré en él, y me iré con el
rey”, porque tu siervo es cojo.
28 Ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey. Pero el rey mi
señor es como el Ángel de Dios y harás lo que bien te pareciere.
29 Pues toda la familia de mi padre merecía la muerte de parte del rey
mi señor, y tú, con todo, has puesto a tu siervo entre los que
comen a tu
mesa. ¿Qué derecho tengo yo a implorar todavía al rey?»
30 El rey le dijo: «¿Para qué vas a seguir repitiendo tus palabras? He
decidido que tú y Sibá os repartáis las tierras.»
31 Dijo Meribbaal al rey: «Y aun todo puede llevárselo, ya que mi
señor el rey ha vuelto en paz a su casa.»